¿Qué Pasa?

Idelfonso Vivero, toda una vida bajo el embrujo de la música

Excelente ser humano, vasto conocedor musical y precursor de la verbena, falleció ayer a los 73 años.

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Uno de los grandes proveedores musicales y precursores del circuito verbenero en Barranquilla, Idelfonso Vivero Martínez, murió a las 5 de la madrugada de ayer en la clínica La Misericordia, como resultado de una isquemia. Así lo confirmó su hermano Óscar. “Llevaba 20 días internado y cuando creíamos que le iban a dar de alta, terminó complicándose”.

El cuerpo de Vivero, de 73 años, es velado en la funeraria Los Olivos (carrera 38 con calle 60); y el sepelio será a las 2:00 de la tarde de hoy en el cementerio Los Olivos, en la Vía al Mar. En AL DÍA publicamos el 17 de abril de 2016 un reportaje de la autoría del editor, Roberto Llanos Rodado, en homenaje y reconocimiento a la trayectoria musical de esta gran personaje, y que reproducimos a continuación como gesto de admiración y respeto a su memoria.

Desde la niñez la vida de Ildefonso Vivero siempre ha estado ligada, de una u otra forma, a la música. Su infancia, sostiene, estuvo marcada fundamentalmente por el influjo sonoro del Caribe, pletórico de tambores, trompetas y cantos embrujadores. Es que en los cuatro barrios donde vivió en Barranquilla cuando era niño —tras el arribo a los 5 años de su natal Magangué—, siempre estuvo expuesto al influjo de la guaracha y el son; la bomba y la plena; el guaguancó y la descarga. Música que mandaba en ese entonces, años 40 y 50.

Estos sonidos que le llegaron empujados por los vientos del Caribe y las Antillas, lo siguieron acompañando en la juventud y la adultez, ya con la etiqueta de salsa. Al tiempo que se nutría de esa rítmica no era ajeno al vigor alegre de nuestra música autóctona, que brotaba por todos lados cargada de porros, fandangos y otros aires.

Así que esta riqueza melódica que asimiló desde temprana edad, de la que se dedicó a investigar a medida que crecía, constituye la ‘banda sonora personal’ de Ildefonso Vivero Martínez. O Vivero, como sencillamente se le conoce en el ambiente verbenero y picotero, en los estaderos de salsa y entre los grupos variopintos de coleccionistas de música afrocaribe de la ciudad. En estos cuatro entornos Vivero se desenvuelve con solvencia, y por ello ha ganado allí repesto y admiración.

“Es un hombre de un gran bagaje en materia de discografía, artistas, fechas, música costeña y del Caribe. Se le reconoce como uno de los que más sabe de estos temas”, admite de él Didier Ariza, otro experto de la temática musical. “Yo crecí deslumbrado por el sabor de Daniel Santos, la Sonora Matancera, y las guitarras vallenatas de Julio Bovea. Vivía en el Barrio Abajo, vecino de la tienda Tokio, calle 46 con carrera 53”, dice Vivero.

Recuerda que en el negocio había un traganiquel que molía discos todo el día, y allí se solazaba. “Mientras los pelaos de mi edad salían a jugar fútbol o béisbol, yo me quedaba sentado por horas escuchando los discos que los clientes programaban. Ese sitio despertó mis pasión por la música como melómano”, sentencia.

SU ENTORNO MUSICAL

Ildefonso Vivero fue picotero y administrador del picó El Gran Kong; y propietario de El Good Love, organizador de verbena (Club Alma Latina en el Barrio Abajo), vendedor de discos, coleccionista, administrador en los afamados y extintos estaderos Taboga Norte y Salsoteca Mickey de la 70. También consultor musical y fundador de la publicación El Afrocaribeño. “Ponga ahí también que fui el pionero en la organización de encuentros de discjockeys salseros y de coleccionistas, y vicepresidente de la primera Asociación de coleccionistas de música afrocaribeña”, sugiere.

Como consultor su nombre ha trascendido las fronteras, y desde México, Panamá, Venezuela y Estados Unidos, lo requieren veteranos y acuciosos coleccionistas e investigadores para solicitarle información sobre sellos disqueros, autoría de tal o cual canción, nombres de intérpretes, de orquestas, fechas de grabación de LP, nombres de artistas, conceptos; y lo más importante para su economía, la compra de discos. Muchas de estas grabaciones son consideradas piezas de colección que vende a buen precio en dólares.

“Cobro por los discos que vendo, no por la información que me solicitan. La música que mayormente me piden del extranjeros son viejas piezas de los ritmos costeños, que aquí ya casi nadie les para bolas”.

EL JARDÍN ÁGUILA

Una de las etapas musicales de su vida que recuerda con cariño especial es la que vivió en el Jardín Águila (1963), lugar emblemático de la Barranquilla del siglo pasado para el esparcimiento y la sana diversión.

En ese sitio, situado en la calle 45 entre carreras 45 y 46, se organizaban los domingos unos bailes que denominaban ‘Tardes dominicales’, pioneros de las verbenas. “Allí me asomaba a curiosear porque aún era menor de edad. Eran unas fiestas en las que predominaba el baile, y sonaba la música que precedió a la salsa: la pachanga, el guaguancó, bombas, plenas; y orquestas venezolanas como los Blancos, Billos, etc”, rememora. Esa fue la semilla de las verbenas de los barrios que los organizadores llamaron luego ‘clubes sociales’.

VENDEDOR DE DISCOS

Desde muy chico Ildefonso Vivero fue un sostén importante en el hogar. A la edad de 12 años se inició como vendedor de discos para apoyar los ingresos domésticos. “Vivía en el barrio Lucero con mis padres, Regino y Marta; y mi hermano, Óscar. Allí nos visitaba con frecuencia nada menos que Crescencio Salcedo, primo de mi mamá y célebre compositor de clásicos como Año viejo, la Múcura, El cafetal, Varita de caña. Un día me dijo, ‘¿quieres ganarte unos pesos? Vende estos discos’, y me dio una caja con acetatos de 78 revoluciones para venderlos a $1,50 en las tiendas con traganiquel. Era música de Aníbal Velásquez, rancheras de Miguel Aceves Mejía y de las Hermanas Padilla de México. Salía a las 8 de la mañana y regresaba a las 2 de la tarde. Me fue también en el negocio que aún sigo vendiendo discos”, dice entre risas.

Así recuerdan a Idelfonso Vivero gente de la salsa y la verbena

Donaldo García, proveedor musical

“Era de poco hablar, pero cuando intervenía lo hacía con autoridad, con mucho conocimiento. Vivió muy de cerca la época de La Pachanga en los 60, su cercanía al famoso Jardín Águila donde se celebran dominicalmente verbenas lo motivaron a crear su picó El Good Love del Barrio Abajo. Será recordado por pegar temas como Mujeres sin Conciencia, del Trío La Rosa; El Platanal, de Bimbi y su Trío Oriental, Viejito Cañandonga, de Servando Díaz, entre otros que fueron popularizados por El Gran Pijuán, su cliente favorito”.

Osman Torregroza, proveedor musical

“Fue de los pioneros en traer música desde Cali, especialmente la pachanga y posteriormente la salsa. Se caracterizaba por llevar siempre los datos escritos del disco a sus clientes, era vendedor, coleccionista de música y una especie de discoteca ambulante. Además fue socio de un gran club social Westrock en el Barrio Abajo. También fue pionero en organizar duelos de picós, era muy creativo. Pegó los temas: Pachanga fantasma, La descarga negra, de Mongo Santamaría y Hot Pant, de Gilberto Cruz”.

José Pacheco, vendedor de discos

“Lo conocí a inicio de los 70 cuando ya era uno de los profesores de la música en Barranquilla, siempre estaba pendiente de lo que traía. Algunos de los temas que más recuerdo que pegó son El guajiro de Cunagua, de Manteca , y A pie descalzo del Conjunto Muzangola, estos fueron grandes éxitos verbeneros. Yo organizaba el baile Derroche Juvenil, y lo contratábamos mucho con su picó El Good Love, era sorprendente la cantidad de éxitos que programaba y los datos discográficos que guardaba”.

Dagoberto Hernández, picotero

“Era una eminencia dentro del mundo verbenero, me enseñó mucho a nivel de pachanga, por él estrenamos con El Coreano el tema Mala suerte, de Arsenio Rodríguez, eso fue en la verbena Arrebato ejecutivo de Osman Torregrosa. Sobra decir que era un hombre servicial, que jamás cobró a sus amigos y a periodistas por algún dato, creo que perdemos a un hombre muy integro que dificilmente será reemplazado”.

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