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Conozcan los mitos y realidades de fútbol aficionado

Garizábalo, cazatalentos del fútbol colombiano, hace un análisis de este aspecto deportivo.

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Es frecuente escuchar en las tertu­lias de fútbol y en las canchas de los barrios, una serie de rumores imprecisos y vagos que a fuerza de ser repetidos han terminado por parecer verdades instaladas, las cuale en el diario AL DÍA vamos a decirles cuál es la verdad de tras de estos mitos.

1.

“Ahora hay mucho talento”

REALIDAD: Ahora lo que hay es muchos jóvenes queriendo jugar fútbol. Además, están muy bien informados. Se visten, se comportan, entrenan, se asumen y promocionan como futbolistas. Parecen… y cualquiera se confunde. Pero el verdadero talento siempre será escaso. De hecho, ahora es mucho más difícil encontrar un fuera de serie, cuando casi todos se parecen.

2.

“Para poder llegar hay que tener empresario”

REALIDAD: No necesariamente. El agente o interme­diario es importante cuando ya el jugador es profesional y se destaca para buscarle un atractivo mercado en Europa. En fútbol aficionado, salvo que sea una persona que acompañe realmente el proceso formativo, no es obligatorio. Muchos se aprovechan de eso y explotan a padres ingenuos que creen que tener un empresario ya es garantía.

3.

“Los pequeños tienen muy poca opción”

REALIDAD: Preguntémosle a un especialista… Car­los Rolong (Médico deportólogo de Junior). ¿Qué tan importante es la talla para jugar fútbol de alta com­petencia? “Puede ser importante si va a jugar en la posición de arquero o zaguero central; en esas zonas, especialmente, la estatura es vital. Para el resto de las posiciones el joven tendrá que compensar su falta de talla con otros elementos- como una muy buena masa muscular, excelente potencia para la saltabilidad y por supuesto, tener exquisita técnica y conocimiento del juego. Seguro que, si además de ser bajito es débil en su constitución física, no tendrá muchas posibilidades de consolidarse en ese fútbol invadido por atletas de gran proporción”.

4.

“Los jugadores ahora tienen que auto promocionarse”

REALIDAD: No es necesario. Lo que tienen es que prepararse muy bien. No desperdiciar su energía publi­citándose en las redes sociales o pagando en medios. Todo el mundo tiene su cuartico de hora, lo que hay es que saberlo aprovechar. Siempre aparecerá alguien que mirará más allá de los favores, que mirará la calidad. Pero hay que insistir. Es cierto que a veces priman ciertos intereses mezquinos, pero al final, la calidad se impone.

5.

“Soy un padre objetivo”

REALIDAD: Eso es imposible. De hecho ser padre exige ser subjetivo. Siempre mirará más a su hijo, lo prote­gerá, lo comparará con los otros. Su hijo es su medida. No tiene nada de malo apoyar al muchacho y querer lo mejor para él. Pero decir que eres un padre objetivo es una exageración.

6.

“Los futbolistas están en los estratos bajos”

REALIDAD: Eso fue así hace tiempo. Ahora que el fútbol se volvió también una actividad productiva que promete mucho dinero, jóvenes de otros estratos más acomodados, incluso, algunos dramáticamente ricos buscan fama y riqueza. Ahora hay que mirarlos a to­dos. La diferencia ya no es de clase sociales, sino de la dedicación, disciplina y talento que tenga el aspirante a futbolista.

7.

“Soy futbolista”

REALIDAD: En el fútbol aficionado no hay futbolista, sino aspirantes a… Son como los estudiantes de una carrera. El hecho de que estés cursando unos semes­tres de derecho o medicina no te hace abogado ni mé­dico. Pasará mucho antes de que puedas etiquetarte como futbolista, y es la suma de muchos esfuerzos, muchas dudas, y muchas realidades. Lo demás son fantasías que se dicen los padres y los chicos a sí mismos para seguir su lucha.

LA FIGURA DEL ENTRENADOR AFICIONADO

Lo que más atenta contra el entrena­dor de fútbol aficionado es su falta de ri­gor. Aspira a que lo traten como un profe­sional, pero él no se profesionaliza. Para empezar, no se ha dado cuenta de que esa actividad cambió dramáticamente.

Ya no es suficiente con saber de fútbol o haber tenido figuración como jugador. Ahora es necesario conocer otras áreas del comportamiento humano, proyectar una imagen de liderazgo, demostrar sabi­duría y ser un referente para los actores y observadores de su labor.

Pero ¿qué tenemos en la actualidad? Un profesor que en su afán por actuar como técnico de fútbol cae en una serie de comportamientos que no contribuyen a construir la imagen de respeto y serie­dad que exige esta profesión. Veamos:

1.

Ante las dificultades que se le pre­sentan en su papel de entrenador, lo pri­mero que se le ocurre es montar una es­cuela de fútbol; esto implica volverse una especie de empresario y ya su funciona­lidad girará en torno al problema econó­mico que pueda suscitarse por el no pago de la mensualidad de los muchachos. De alguna manera queda entonces a merced de la presión de los padres de familia que en gran medida financian su actividad. ¿No será que pierde autoridad para to­mar algunas decisiones?

2.

Es triste verlo con una pobre presen­tación personal y un dramático descuido de su figura. Por ejemplo, ya hizo carre­ra la estampa del entrenador gordito y barrigón peleando y gritando en la línea. O la de aquel que mientras dirige se to­ma sus cervecitas. ¿Será que esto ayuda a que se valore su oficio?

3.

A veces se presenta a dirigir solo con su capacidad de improvisación. (En oca­siones enguayabado y con señales de una larga noche). Sería importante apoyarse en estadísticas, informaciones, detalles claves. El entrenador debería llevar una bitácora de códigos y consignas, es decir, un registro de lo que va diciéndole a su grupo de lo que va trabajando. En últimas cada entrenador debe construir su propio libro de consultas con base en su experiencia cotidiana... ¿No sería bueno utilizar esa poderosa arma de una infor­mación organizada?

4.

Pelea frecuentemente con los árbi­tros por situaciones de juego. Pero ¿sí conoce este entrenador el reglamento del fútbol? ¿Se cuida acaso de actuali­zarse sobre las últimas modificaciones de las normas? ¿Cómo discute entonces sin argumentos?

5.

Aspira a desempeñar solo el rol más protagónico. Es decir, manejar la siempre tentadora alineación, decidir los cambios, administrar dinero y escoger los juga­dores. En una palabra: Mandar. Pero el fútbol tiene otros cargos sumamente im­portantes: Preparador Físico, asistentes de campo, fundamentadores técnicos, re­clutadores de talentos, delegados, traba­jadores sociales. Sería bueno determinar en qué espacio se podría dar lo mejor de sí y contribuir con ello a la causa.

6.

Solo hace cursos de fútbol. Uno lo ve siempre en los seminarios de fútbol, pero jamás en una capacitación diferen­te. Lo que hay que aprender de fútbol es relativamente limitado. Es necesario, por tanto, explorar otras áreas del co­nocimiento humano.

7.

Repite el mismo discurso. Está cla­ro que se pierde espacio y poder cuan­do ya no se tiene la capacidad de sor­prender al grupo, cuando se repiten los mismos giros y argumentos; por ello se hace necesario renovar permanente­mente este recurso.

8.

Quiere ganar a toda costa. No impor­ta volarse las escuadras: inscribe a un muchacho con documentos adulterados, mete a jugar a uno con el carné de otro, intenta sobornar a un árbitro. Cree real­mente que todo se vale, como en el amor y la guerra. Sabemos, por experiencia propia, de las dificultades económicas, de las ingratitudes, penurias y sinsabo­res a los que uno se ve sometido cuando asume este oficio. ¿Por qué, entonces, no hacernos conscientes de nuestro propio valor y emprender un camino que dignifi­que verdaderamente nuestra actividad? Que nuestra función apunte más hacia el Administrador Deportivo, con una ética y una formación integral, orientada a ganar un mejor estatus social, pero, por encima de todo, a obtener ese respeto tantas ve­ces esquivo.

Con información de Agustín Garizábalo.