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Los brasileros fueron más letales y seguros

Los Tiburones merecieron más por su toque y esfuerzo, sobre todo en el segundo tiempo, pero les faltó contundencia para rescatar por lo menos un empate. Scarpa y Rocha anotaron.

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La efectividad que le faltó a Junior le sobró a Palmeiras. El equipo brasileño, con táctica, seguridad defensiva y contundencia en ataque, volvió a festejar en Barranquilla, tal y como aconteció el año anterior, al imponerse 2-0, anoche en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, en la primera jornada del grupo F de la Copa Libertadores.

Scarpa (a los 10 minutos de juego) y Rocha (a los 90-2) anotaron los goles que significaron un nuevo triunfo para el 'Verdao' en el gramado del 'Metro'. Ya el año pasado, también en la primera jornada de la fase de grupos del torneo continental, se habían impuesto 3-0.

No hubo 'jogo bonito', no se presentó una exhibición de típico fútbol brasileño. Palmeiras, mañoso y marrullero, interrumpiendo el juego constantemente con la incomprensible permisividad del árbitro uruguayo Daniel Fedorczuk, cercó su arco y le puso centinelas a los cuatro ases de la ofensiva anfitriona.

Los primeros minutos de Junior fueron titubeantes. Se veía incómodo con la asfixiante marca que imponía el Palmeiras. Los dirigidos por Luiz Felipe Scolari, un entrenador muy táctico y experimentado, tenían claro el libreto para desactivar lo circuitos ofensivos del local y aprovecharon la oportunidad que se les presentó para marcar en los pies de Scarpa.

Los dos zagueros centrales, Antonio Carlos y Gustavo Gómez, parecían escoltas de Teófilo Gutiérrez. Apenas el delantero barranquillero intentaba desmarcarse para pivotear o acompañar el habitual toque-toque rojiblanco, uno de los dos salía detrás de él y lo encimaba de manera recia y veloz. No dejaban respirar.

Los dirigidos por Luis Fernando Suárez entraron muy tibios a la cancha, confiando en su posesión del balón, tal vez sin contar con la intensidad y dinámica del adversario.

Teo, que se empecinó en hacer paredes a pesar del matorral de defensores que lo rodeaba, intentó, se echó atrás y le empezó a poner mayor movilidad al ataque, aunque era poco lo que se generaba. Matías Fernández no aparecía y siempre tenía pegada la áspera marca de Felipe Melo. Sambueza tampoco tenía mucho espacio y Luis Díaz, con ímpetu y habilidad, se las arreglaba para desequilibrar, pero sin penetrar los suficiente. Palmeiras solo sentía cosquillas, no le hacían mucho daño.

La etapa inicial resultó de más impotencia que de inspiración. Ya en la parte complementaria, los rojiblancos salieron más decididos, más encendidos, más vigorosos y comenzaron a visitar el arco de Weverton con mayor asiduidad y verdadero peligro. No obstante, siempre había como una jugada de más, un intento de eludir a un defensor en vez de un remate certero al arco.

Cuando Suárez buscaba arriesgar más, mandar al terreno de juego a Fredy Hinestroza en lugar de Serje, el cuarto árbitro se equivoca y realiza la sustitución por Sambueza. ¿Entra o no entra? ¿Quién sale? ¿Soy yo? ¡No! ¡Es aquel! Confusión y reclamos, pero no se pudo enmendar el terrible yerro arbitral. Mientras Héctor Fabio Báez, gerente tiburón, seguía hablándole con vehemencia al cuarto juez, Hinestroza le daba un nuevo aire a Junior.

El equipo mejoró aún más con el ingreso de Sebastián Hernández. Los dos le dieron fútbol y mayor claridad a los Tiburones, pero faltaron dientes. Mucho más después de la infantil expulsión de Teófilo Gutiérrez, que comete una falta de amarilla a pesar de ya estar amonestado. Entró Luis Carlos Ruiz para tratar de salvar el empate, pero no fue posible, no resultó tan letal como sí lo fue Palmeiras que en los cuatro minutos de adición que mantenían la esperanza del 1-1, le pusieron la lápida al partido con el gol de Rocha.