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Infiltrada en “Chompos”: el grupo de Facebook más controvertido de Colombia

María Antonia Pardo, madre de adolescentes, periodista “cuarentona y feminista”, se metió a hacerles una investigación de campo y esto fue lo que encontró.

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Hoy no hay columna de opinión. Haga de cuenta que estamos en la sala de su casa más bien y que le voy a echar un cuento de esos que creemos que sólo pasan en Colombia pero que en realidad se dan como mata de monte en toda parte. Ojo, no es chisme. Curiosidades, más bien, que se le van despertando a una gracias a las nuevas formas de comunicación y socialización en estos tiempos de muchos amigos virtuales y de pocos amigos reales.

Del artículo original: "¿Quiénes diablos son los “Chompos Ásperos?"

Hasta hace nada lo más cercano a la palabra “chompo” que procesaba mi cabeza era esa prenda que todos los calentanos tenemos en algún lado del closet y que usamos cuando llueve: la famosa, corroncha y nunca bien ponderada chompa. Tal vez de esa prenda horrible se desprendió el personaje del Chómpiras. No sé. Yo tengo varias y en ellas me veo como un tamal mal envuelto. Pero como este no es un texto sobre moda o mal gusto, sigamos.

Les hablaré de ellos, los chompos. Un montón de chicos y chicas de distintos colegios y universidades a los que llegué una madrugada de este año para tratar de entender si son tan neonazis como dicen quienes los critican, tan matoneadores, tan delincuentes, tan cafres, y descifrar dónde está la bolita, qué los mueve, por qué hacen lo que hacen que no es más que burlarse hasta de la madre que los parió, en una especie de catarsis virtual “facebookiana”.

LA HISTORIA DE SOL

Me enteré de ellos gracias a una nota que llegó a mis manos firmada por la rectoría de la Universidad de los Andes en la cual les piden, palabras más palabras menos, mesura; que se controlen, que dejen a ciertos estudiantes en paz, so pena de ser sancionados disciplinariamente cancelándoles la matricula (aclaro, no todos son de esa universidad).

Así que les envié solicitud para ingresar a su grupo cerrado de Facebook, conformado actualmente por cincuenta mil gatos y, para sorpresa mía, me aceptaron.

La matoneada por los chompos en ese momento era Sol Fonseca (a mediados de año, aunque sigue siendo fuente inspiradora de momos). Otro paréntesis: momoses igual a memes.

Para entender a los chompos, los de los setentas para atrás necesitamos, además de imaginación, un traductor. Les aviso por si a alguno se le ocurre dar una vuelta por allá y se siente perdido con la jerga. Otra vez me dispersé.

Volviendo al cuento de Sol, ellos le dicen “Sun”, les haré el recorderis.

¿Se acuerdan de la niña bogotana de escasos recursos que pedía ayuda en redes sociales, algo así como un último empujoncito para no perder la beca que se había ganado para adelantar estudios de Astronomía en Arizona? Su video dirigido a Gina Parody se viralizó y llegó a todos los medios, inclusive la noticia traspasó fronteras y mojó prensa lejos de Bogotá.

En todas las notas mostraron a Sol haciendo manillas “espaciales” para financiar su sueño. La meta era conseguir un dinero para acreditar que sí tenía los recursos suficientes para sostenerse en Estados Unidos y cumplir el requisito de solvencia económica que exige la embajada gringa para otorgar una visa de estudiante. Lo demás, lo más importante, es decir la plata para la carrera, ya estaba, o por lo menos eso dijo una y otra vez Sol. ¿Qué pasó entonces?

Los medios, acostumbrados a convertir la pornomiseria en noticia, se valieron de esta niña para llenar su parrilla de ese contenido lagrimero que creen ellos le encanta al consumidor de noticias promedio.

Vendieron la idea de la “niña genio” que había conseguido lo imposible, gracias a su inteligencia, pero que no podría salir del país a aprovechar lo que con esfuerzo se había ganado simplemente por ser hija de pobres.

En CityTv hasta mostraron al reportero comprándole a Sol una manilla para contribuir con diez mil pesos a su viaje, e invitaron a los ciudadanos a hacer lo mismo. De gota en gota se hace un aguacero, ¿o no? Y entonces empezaron los memes, la gente indignada con el Ministerio de Educación por los sueños truncados de Sol, las exigencias, los alaridos, videos en Youtube para recaudar fondos, la solidaridad disparada. Peñalosa cayó redondo y ofreció 50 millones de pesos para no dejar viendo un chispero a la niña y para ganar popularidad en redes, supongo. Eso de pescar en río revuelto a veces funciona. ¿De qué otra forma se explica uno que tan campantemente se ofrezcan recursos sin antes haber realizado la correspondiente investigación?

Bueno, de la misma manera que una mentira se vuelve material de noticiero gracias a la envidiable capacidad investigaba de nuestro periodismo.

Cuando fueron a ver, la tal beca era humo: no existía. Lo que la Universidad de Arizona le había dado a Sol era simplemente una ayuda financiera muy pequeña que le dan a todos los extranjeros que la solicitan y que aligera un poco la carga, pero hasta ahí.

De 600 millones que vale la carrera ofrecieron darle un auxilio de 30. ¿Eso es una beca? Eso y nada es lo mismo. Pero ya el ofrecimiento de nuestros dirigentes estaba hecho, les tocaba cumplirle a Sol para no quedar como un cuero frente a la opinión pública. Gina Parody reunió a varios expertos para que le hicieran entender a Sol cuáles eran sus reales probabilidades, que la aterrizaran, que la convencieran de que su única opción viable era estudiar su pregrado en Colombia, ya sea en Los Andes o en La Nacional, y prometió que la ayudarían a conseguirlo. Y bueno, la cosa llegó hasta ahí. Este semestre Sol entró a la Universidad de los Andes.

¿La cosa llegó hasta ahí en realidad?

Claro que no. Metieron en la boca del lobo a una oveja, así de simple. Esta niña, que de no haberse inventado tremenda pilatuna no habría entrado jamás a la universidad a la que es más difícil ingresar en el país (tanto por sus costos como por sus requisitos académicos); creyó que la había sacado del estadio, que a pesar de no tener con qué estar ahí, pues no había sacado el ICFES necesario ni su familia tenía con qué pagar un semestre en esa alma mater, en últimas lo había logrado, sin poner un peso de ella ni endeudarse.

¿Pero a qué precio? Es ahí en donde entran al ruedoLos Chompos. Ellos le hicieron “pagar” a Sol la ocurrencia de la forma más cruel: con un bullying implacable en redes que llegó a extremos perturbadores para los más sensibles (en uno de los videos se puede ver a algunos estudiantes -esto es una presunción pues no sabemos si lo son o si entraron invitados por otras personas- persiguiéndola por los pasillos de la universidad y gritándole coritos burlones: "¡Oye, Sol, ¿y Arizona?!") (Min 2:15)

La indignación es comprensible pues son muchísimos los estudiantes de Los Andes que no son “riquillos”, como popularmente se cree; por el contrario, son muchachos endeudados hasta las orejas que se la están jugando toda por estudiar en ese lugar en donde el semestre no baja de quince millones de pesos. ¿Millonarios? ¡Qué va! Un gran número de egresados uniandinos se gradúa para empezar a pagarle al ICETEX el préstamo en “módicas” cuotas durante un montón de años. ¿No tienen también ustedes algún amigo egresado de allá hace veinte años que aún no ha terminado de pagar?

Ahora, nada justifica la crueldad. Pero tampoco debemos casarnos con una orilla sin conocer qué pasa por la cabeza de quiénes están en la otra. En todo caso Sol no es el único tema de Los Chompos. Ellos le sacan punta a todo, especialmente a lo políticamente incorrecto. Hacen sátira sobre judíos, negros, mujeres, pobres, feos, costeños, gordos, vírgenes, homosexuales, nazis, etc. Y a veces se saludan con un “bellísimo” ¡Hail Chompos! Como para alterar a los alterables.

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Como hace Carolina Sanín diariamente en su Facebook, para no ir muy lejos (me refiero a esa capacidad, a ese don de alterar a los alterables). Son como una especie de South Park criollo, un grupo que explota el humor negro valiéndose de lo que sea, hasta de niños ahogados, asesinados o violados, para arrancar carcajadas vergonzantes muy similares a las que salen de nuestra boca cuando vemos que alguien se cae y se da en la madre (aunque quede gravemente herido).

Si sigo preguntando, este texto pasará las dos mil palabras y se aburrirán, así que, como creo que ya les quedó claro el punto, hasta aquí llegará el rosario de cuestionamientos morales.

Unos dirán que todo eso es válido, otros que no. Unos dirán que el insulto es un derecho, otros que el insulto es una amenaza. Unos dirán que al humor no se le pone límites y que en un grupo cerrado está quien desee, que no hay gente metida ahí a la fuerza; otros dirán que deben expulsarlos hasta de sus casas por tráfugas.

De todo esto lo que más me sorprende es que una docente mayor de cuarenta años (Carolina Sanín), pero con lenguaje de chompo de veinte, les exija a chompos anónimos, que no dictan cátedra en ninguna parte ni tienen títulos de doctorados colgados en sus paredes, que respondan a los insultos que ella escupe diariamente desde su trinchera en Facebook con flores, no con memes burlones y ofensivos. Toda una incoherencia. Lo bueno es que el debate está sobre la mesa.

¿Delincuentes o pelaos comunes y corrientes que están en esa etapa de la vida por la que muchos pasan y en donde no sólo están revueltas las hormonas sino también en donde, por mil y un motivos, se les alborota la hijueputez? Cada quien sacará su conclusión. La edad de los miembros tampoco es la respuesta a todo este fenómeno, de hecho, el tema se presta para un estudio sociológico de gran envergadura. Por mi parte solamente puede decir que la experiencia ha sido interesante, no atemorizante.

Chateando con ellos he aprendido, lo confieso. Y me he divertido también. Tal vez porque tengo hijos de esas edades, tal vez porque el idioma de la juventud no me resulta extraño, tal vez porque a su edad me hubiese gustado ser menos bien puesta, menos perfecta, menos chica ejemplo y más oveja negra. No lo sé. Pero en ese grupo yo no veo malandros, así como tampoco veo en ningún ser humano blancos o negros absolutos sino toda una gama de grises.

¿Quién conoce realmente a sus hijos? Además, ¿a quién se le ocurre creer que en verdad todos estos chicos van por la vida golpeando mujeres y puteando hasta a sus novias, hermanas y abuelas?

En los meses que llevo en Chompos, en investigación, de campo me han ordenado que me devuelva a la cocina ("el lugar natural de toda mujer"), me han pasado escobas para que me vaya a barrer, me han pedido que les prepare sánduches, me han exigido que comparta mi pack (algo así como el video erótico que supuestamente todas las mujeres tenemos guardado en alguna parte), me han mandado a callar, a que no escriba largueros y hasta me nombraron MILF honoraria de chompos (MILF=Mom I’d Like to Fuck=mamá que me cogería).

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¿Los demando, los denuncio públicamente, exijo que los linchen por montadores? Opto más bien por entender el fenómeno, conversar con ellos, escucharlos.

Al principio son renuentes a ponerle seriedad a los debates porque están ahí para “mamar gallo” y no para recibir cátedra (llevan dos décadas recibiendo cátedra, no lo olvidemos), pero con el tiempo se van abriendo, se van mostrando, se van quitando la careta. Rodeada de ellos he terminado por comprender que todos tenemos algo de chompos. ¿No va siendo hora de que todos lo admitamos?*

*Disculpen, me pasé de las dos mil palabras.

Este texto fue publicado originalmente en el portal de opinión El Diablo Viejo y es reproducido en AL DÍA con autorización de su autora.