Historias

ESPECIAL | Arroyo de Piedra: historias 20 años después de la tragedia

Decenas de personas resultaron quemadas, y han tenido que aprender a vivir con el recuerdo permanente de este suceso en su piel.

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Las calles desoladas y tristes como si fuera Viernes Santo, en plena fiesta decembrina, cuando se supone que los niños alegran las calles de los pueblos del Caribe y la música acompaña los días y las noches, dan cuenta de que un suceso doloroso marcó la vida de los habitantes de Arroyo de Piedra, en Luruaco.

Hace exactamente 20 años una tragedia enlutó el corregimiento. Una tubería de gas estalló y causó la muerte inmediata de 7 personas, mientras que otras 11 perdieron la vida mientras recibían atención médica en centros asistenciales de Sabanalarga y Barranquilla, y un total de 79 personas resultaron con quemaduras en sus cuerpos.

El fatídico hecho ocurrió alrededor de las 9:30 de la mañana del domingo 27 de diciembre de 1998, cuando los pedranos recién abrían las ventanas de sus casas y hacían la lista para los preparativos de año nuevo. Las llamas consumieron viviendas y sólo pudieron ser sofocadas unos 45 minutos después del estallido.

Luz en la oscuridad

Son muchas las historias que dejó este hecho. Una de las más conmovedoras es la de Yenis Pérez, que contaba los días ansiosa para recibir a su primera hija, luego de intentar quedar en embarazo por 12 años.

La explosión la sorprendió reunida con su mamá y hermanos en la sala de su casa mirando un álbum de fotos viejas.

“Eso fue horrible. Yo salí corriendo con mi mamá y hermanos y cuando miraba hacia atrás, veía piedras y barro cayendo”, relató Yenis. Dijo que por el miedo y el desespero por alejarse del calor sofocante de las llamas para salvar su vida y su embarazo no sintió dolor, pero en un momento se desplomó en la calle y no pudo seguir caminando.

Sin embargo, se levantó y siguió luchando por su vida y la de su hija. “Cuando me vi la piel quemada me paré y llegué hasta la montaña. Fue como si alguien me hubiera agarrado y ayudado a levantar”, dijo la mujer con lágrimas en sus ojos. Durante la conversación no oculta el sentimiento, pues dice que esla primera vez que le habla a su hija Paola acerca de ese instante que no le gusta evocar.

Sabiendo lo riesgoso que había sido su embarazo y todo el tiempo que tuvo que pasar para lograrlo, en ese angustiante momento Yenis sólo pensaba en cubrir su vientre para proteger a la criatura que llevaba.

Fue transportada en una volqueta hasta el hospital de Sabanalarga, y allí pedía a los médicos que revisaran si su bebé estaba bien. Para su tranquilidad, una ecografía mostró que Paola se encontraba en perfectas condiciones y que era mejor que naciera en ese mismo instante por medio de una cesárea.

Después de dar a luz, Yenis estuvo hospitalizada en Barranquilla desde el 27 de diciembre de 1998 hasta el 19 de febrero de 1999, cuando por fin pudo conocer a su pequeña y tenerla en sus brazos.

No es un día fácil para Paola, porque es quizás el día más triste del año en su pueblo y como cuenta, sus sentimientos también se encuentran cuando se acercan a felicitarla por su cumpleaños, porque sabe lo que representa esta fecha para todos los habitantes de Arroyo de Piedra que perdieron seres queridos y amigos el mismo día en el que ella llegó al mundo.

“Yo me pongo a imaginar que mientras mi familia agradecía a Dios por mi nacimiento, mucha gente lloraba a sus muertos”, expresó

Para los habitantes del corregimiento, Paola representa la luz de esperanza en medio de la adversidad, es el significado de que en medio de lo malo también hay cosas buenas.

Yenis se aferró a la vida de su hija Paola, que hoy ya tiene 20 años y está por terminar la carrera de derecho.

Una marca para siempre

La escena parece repetirse constantemente en la mente de Leonel Estrada Cera, de 34 años, quien asegura que tiene las imágenes del suceso muy frescas en su memoria. Tanto así, que incluso ha tenido pesadillas, porque vio cómo se caían las casas alrededor de donde él estaba. Tenía 14 años y recuerda que “ese día, junto con mis amigos habíamos decidido ir a pescar y para eso, estaba mirando cómo hacer una cauchera”. Se dirigió detrás de la casa de su abuela, exactamente donde se produjo el hecho, caminó unos metros buscando madera y caucho, cuando escuchó la detonación.

Según narra, por el gran número de accidentes que ocurren sobre la vía Cordialidad, pensó que había sido un choque de carros, pero empezó a caerle piedras y barro encima. Al escuchar el estruendo se desesperó e intentó ingresar a un patio, pero en un segundo estallido recibió las llamas directamente en su cuerpo.

Aunque estaba quemado, no detuvo su marcha y siguió corriendo para intentar entrar a un lugar cerrado.

No fue socorrido de inmediato debido al caos que se vivía en el lugar, pedía ayuda y nadie se la brindaba, después se encontró con un tío que al verlo, le pregunto qué estaba pasando en el corregimiento, pero Leonel le dijo “tío, no se qué pasó, pero todo el mundo murió”.

Leonel dijo que llegó un momento en el que no pudo seguir caminando, se cayó y es cuando lo trasladan en carro al hospital de Sabanalarga, de donde posteriormente fue llevado al Cari, en Barranquilla, donde estuvo varios días en cuidados intensivos.

Para su recuperación, ha tenido que ser intervenido quirúrgicamente en 15 oportunidades, que no han sido suficientes para mitigar el daño que le causaron las llamas.

Durante el tiempo que estuvo hospitalizado, sintió que sus fuerzas por seguir viviendo se acababan, pero ha logrado superarlo con ayuda sicológica y madurez a medida que va pasando el tiempo.

Entre tanto, Leydis Estrada, hermana de Leonel, tuvo la misma reacción: salir corriendo. A pesar de eso, no pudo salvarse y resultó herida.

Hace dos décadas, tenía 10 años, sufrió quemaduras en la espalda, los brazos y los glúteos. Estuvo hospitalizada en Barranquilla por algo más de 2 meses.

“Yo quedé como un bebé. No podía caminar, no podía ir al baño sola. No tenía movilidad en la pierna izquierda y el proceso de recuperación fue bastante largo y complicado”, expresó la mujer.

Lo más agotador para ella han sido sus estados de embarazo, porque la piel quemada de la espalda no tiene elasticidad, asegura que durante sus dos embarazos no pudo dormir por el dolor que le causaba el crecimiento de la barriga y que su cuerpo no le daba la capacidad para ello.

Un pedazo de la piel de su barriga le fue injertado a Leonel en su brazo derecho.

Al mal tiempo, buena cara

Entre tantos recuerdos tristes, hubo espacio para las anécdotas jocosas, está la de Néstor Tovar, quien días antes había comprado a crédito una nevera, y antes de salir de su casa huyendo de las llamas, como pudo cargó en su espalda el electrodoméstico y se fue a una de las partes altas del lugar.

En la terraza de una casa, junto con otros vecinos Mónica recuerda que ese fin de semana se encontraba en el pueblo de visita. “Yo estaba viendo Cuentos de los Hermanos Grimm con mis hijos cuando sentí el ruido, que me pareció que era un avión que se había estrellado, y luego empezamos a escuchar un chasquido, que era la candela. De inmediato quedamos sin luz hasta las 2 o 3 de la mañana”

En cada esquina del corregimiento se escuchan las anécdotas tristes, pero también las curiosas, como contó Fátima Morales.

En una casa vecina a la suya, una familia estaba preparando pastas para el almuerzo. Dice que eran más de 20 personas reunidas y que corrieron despavoridas al escuchar el estruendo, pero solo uno de los miembros quedó en casa.

Cuando todos regresaron, la ansiedad provocó que el único que había quedado se comiera la comida que habían preparado para todos.

Es inevitable para cualquier pedrano recordar los momentos de angustia y no sentir nostalgia. Las lágrimas corren fácilmente por sus rostros. Todos coinciden en que el día pintaba ser de los más agradables, pero el fuerte estallido acabó la ilusión de despedir el año felices y en unión familiar.

Por *Eliana Avendaño S.

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