Historias

Heidy, la mujer de 220 kilos que perdió la lucha contra el sobrepeso y las críticas

Estuvo encerrada en su casa durante cuatro años y murió cuando estaba a punto de emprender un tratamiento.

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Cuando el sueño de bajar de peso estaba a punto de cumplirse,la muerte sorprendió a Heydi Patricia López De la Hoz. La mujer de 31 años que no solo cargaba con los más de 220 kilos de peso sino también con las críticas y burlas que la habían llevado al encierro total en los últimos cuatro años, falleció a las 8:15 de la noche del domingo 7 de agosto víctima de un paro cardiorrespiratorio.

Carmen De la Hoz, la tía que elaboraba la ropa con la que Heydi se vestía y que además ha estado al cuidado de su hija mayor, es una de las más conmovidas por la partida de esta joven.

Ella y su hermana Rosa, que es la mamá de Heydi, lo primero que le expresaron en la mañana de ayer a los periodistas de este medio que llegaron a su casa es que su ser querido había partido de este mundo habiendo recibido la mejor noticia de su vida: la iban a ayudar a bajar de peso.

Y es que gracias a una publicación que AL DÍA realizó el 12 de junio sobre los graves problemas de obesidad de Heydi, la Fundación Gorditos de Corazón se enteró de su caso y lo habían priorizado entre todos los que hay en el país y el sábado 6 de agosto, 24 horas antes de su muerte, el presidente de esta entidad, Salvador Palacio, la llamó por celular y en los 60 minutos de conversación le dijo que este sábado 13 vendrían a visitarla.


Familiares y amigos cargan el feretro donde descansa Heydi Patricia López De la Hoz | José Luis Cruz Lora

“Esta es una noticia que me duele mucho, me parte el corazón porque yo sé las ilusiones que ella tenía de bajar de peso para sacar adelante a sus hijos. Yo había hablado con ella muchas veces y este sábado la iba a visitar. Ella estaba muy contenta y hasta me mandó unas fotos y videos”, anotó Salvador Palacio.

Trascendió que desde que la Fundación Gorditos de Corazón conoció el caso de Heydi se mostraron interesados en darle, de hecho ya había hablado con los psicólogos.

Rosa De la Hoz, madre de Heydi, y su tía Carmen, también coincidieron en afirmar que los últimos minutos de vida de la joven fueron muy angustiosos porque tenía un fuerte dolor en el pecho y no podía respirar. “A ella la llamaron de Gorditos de Corazón y le informaron que venían este sábado y ella estaba muy feliz porque ya se le iba a cumplir su sueño de bajar de peso para seguir estudiando, ser una secretaria y en especial salir al mundo, dejar el encierro”, dijo Carmen en medio de lágrimas.

El estado de salud de Heydi, que no había sido el mejor en el último mes, empeoró a las 5:00 de la tarde del domingo cuando ya no podía respirar y le dijo a su tía Carmen que tenía mucho miedo. Su salud se complicó tanto que tuvieron que llamar una ambulancia.


Heydi Patricia López De la Hoz empezó a sufrir de erisipela en la pierna derecha y hace un mes perdió el apetito | José Luis Cruz Lora

Sacarla de la casa para llevarla a la Clínica Salud Social fue toda una odisea. Había perdido las fuerzas y no podía caminar, por lo que 10 hombres la cargaron en una colchoneta hasta la ambulancia. Las exequias de Heydi son a las 9:00 de la mañana. Paz en su tumba.

En la siguiente crónica, publicada el 12 de junio de este año, quedó registrada la historia de Heydi Patricia López De La Hoz

Si hay algo que le pese a Heydi Patricia López De La Hoz, no son sus más de 220 kilos de peso, sino las críticas y burlas de la gente por las que decidió hace ya cuatro años, sin vacilaciones, limitarse al fondo de su casa en el barrio Majagual de Sincelejo.

Desde entonces se mueve entre su habitación, la cocina y el patio, en menos de 40 metros cuadrados.Prefiere no asomarse a la sala para que nadie distinto a su familia o amigos la vea. Y si lo hace, es porque es estrictamente necesario.


Heydi está al tanto del mundo exterior por su celular. En la foto, su mamá y su cuñada | José Luis Cruz Lora

Confinarse a su hogar le ha impedido al mundo exterior conocer su historia, pero ella está al tanto de lo que pasa afuera. “Ella sabe de todos, pero todos no saben de ella”, resume con precisión Heidy Baena, su cuñada, que interviene para llenar un bache de silencio en plena entrevista.

Heydi, de 31 años, que está sentada sobre dos sillas plásticas puestas una sobre otra, se voltea hacia el patio y agradece la ayuda con una sonrisa y una mirada llenas de lo que no es otra cosa que ternura.Su voz, dulce como la de una niña, le hace juego.

Su relato empezó parco, pero al cabo de unos minutos abre el diario de su alma.“Antes de burlarse tienen que darse cuenta de que uno es humano, que uno siente los rechazos. Es feo. Pónganse en el lugar de uno, burlarse perjudica psicológicamente. Bastante. Es una enfermedad, pero no lo ven así”, confiesa con la misma sonrisa, que contrasta con una gota de sentimiento que cae lentamente por su mejilla izquierda.Una muestra de tristeza que intenta ahuyentar frotándose los ojos. Callada, deja caer su mirada. No hace falta ningún otro gesto para expresar lo que siente.

Su antídoto contra las habladurías está siempre con ella y quizás por eso la tristeza no ha podido arraigarse del todo en su corazón: basta con que vea o se acuerde de sus hijos, una de 12 años y otro de 9, para recuperar las fuerzas.
Heydi es fuerte, muy fuerte. Cuando ya lidiaba con los ácidos y destructivos comentarios por su obesidad, le tocó vencer el miedo a perder a su hijo. El parto llegó en el quinto mes y contra todos los pronósticos, el pequeño se salvó. Un nacimiento prematuro que no vino solo porque el niño fue diagnosticado con una discapacidad cognitiva.

MADRE DONDE PUEDE Él

Él es el único que está la mayor parte del tiempo con ella. Heydi se goza ser madre en la casa. Es la única parte donde lo puede hacer. Por fuera, ese papel lo asume Rosa De la Hoz, su madre.

“Es muy poco lo que ha compartido con sus hijos. Una cita médica: va mi hermana o yo. Todo lo del niño soy yo. Terapias, consultas y todo: soy yo porque ella no sale. Y eso la pone mal porque el niño se enferma y la que tiene que correr soy yo. Ella no puede llevarlos. Antes de ella engordarse así, los llevaba a cumpleaños. Estoy asumiendo el papel de abuela y de mamá”, explica la mujer.

La hija mayor vive con una tía de Heydi, pero todos los días, después de estudiar su bachillerato, comparte con su mamá gran parte de la tarde. Almuerzan juntas y afianzan la amistad cómplice y propia de la filiación.

Separada de su esposo desde casi el mismo instante en que nació su hijo, Heydi es una comerciante exitosa, no depende económicamente de nadie más que de su fiel clientela, destinataria de un secreto culinario que recompensa sus madrugadas diarias.

Tenemos un negocio familiar, hago arepas. Despierto a las 5:30 de la mañana. No lo hago sola, me ayuda mi tío Miguel Morales, él muele el maíz, yo amaso y él frita. Hago unos 120 fritos diarios. Son pocos, la arepa que hago es la más vendida. Cada hermano tiene un negocio diferente: uno hace buñuelos y otro empanadas, pero la mía, la arepa dulce, es la que más se vende”, detalla.

Su trabajo es una cuestión de herencia, su abuelo Jorge Eliécer, ya fallecido,creó el famoso peto frío que se vende en la Plaza Cultural Majagual, legado que quedó en manos de su hijo homónimo, padre de Heydi.


Desde pequeña Heidy sufrió de sobrepeso | Al Día

Ella invierte 20.000 pesos diarios en las arepas y gana 40.000 con los que cubre el colegio de sus hijos y necesidades personales. Las ganancias se van en eso. Aunque el negocio es rentable, no es lo suficiente como para pagar lo que más anhela: un tratamiento para bajar de peso. Hace menos de una década soñó como nunca con ser flaca. Fue solo un sueño porque no tuvo los 10 millones de pesos que necesitaba para practicarse una cirugía bariátrica que le ofrecieron.

“Nunca he ido al médico por mi sobrepeso. La última vez fue cuando el embarazo del niño”, recuerda, y su madre la interrumpe: “La única vez que la vio una doctora fue en Barranquilla. Fue decisión de nosotros que le sacamos la cita. Fue en un carro que la recogió aquí (en la casa). En esa clínica operan a puro gordito, esa doctora se interesó en su caso, pero como su carné de salud no tenía convenio, la doctora dijo que no la operaba, pero que cobraba 15 millones de pesos por operarla particular”.

La cifra bajó a 10 millones y finalmente a 8, pero ni Heydi ni sus familiares pudieron conseguir el dinero.

Hablar para este periódico es el renacimiento de la esperanza en esa cirugía.Ya habló hace cuatro años para otro diario, pero el tiempo ha pasado y nadie le ha ofrecido ayuda. Ella dice tener todo a su favor para practicarse la operación: buena presión arterial, buena respiración. Le aterra pensar que el inicio de una vida sin obesidad implica salir algún día de su casa.

‘HAY QUE RESCATARLA’

Salvador Palacios González, director de la Fundación Gorditos de Corazón, con sede en Medellín, entiende por experiencia propia el caso de Heydi, dice que en el país hay 2.000 casos de obesidad, algunos más complicados que este de Sincelejo.

“Los riesgos son muy altos, es una obesidad mórbida. Debe estar por encima de los 250 kilos. No conozco su historia clínica, pero padece un síndrome metabólico, porque lo acabo de ver en sus piernas, apnea obstructiva del sueño porque uno mira el rostro de la persona. Puede caminar, pero de un momento a otro quizás no pueda por el dolor en los linfedemas en sus miembros inferiores”, explica Palacios.

El director sostiene que la estatura de Heidy, que es de 174 centímetros, indica que puede tener más de 150 kilos de sobrepeso. “Me preocupa mucho la ansiedad, está en la etapa crónica de que no quiere salir”, indica, al tiempo que promete hacer todo lo posible para ayudarle.

Lo primero es gestionar una visita a Sincelejo para conocer más del caso y verificar las posibilidades con Mutual Ser, la EPS a la que la paciente señala estar afiliada.

“Soy consciente de que si ven mi caso, me toca salir. Si me toca, voy. Sé que pueden ser varias veces. No me siento preparada, pero si toca, toca”, dice la protagonista que se sonroja y vuelve a sonreír, como si ya estuviera afuera, enfrentada a su mayor lucha: el peso de las críticas.

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