Historias

Renunciaron al trabajo y dejaron el estudio para prostituirse durante Rio 2016

Muchas jóvenes viajaron de distintas partes de Brasil para poder ganar dinero durante los Juegos Olímpicos.

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Las calles de los alrededores de Copacabana, Ipanema, Lapa y el Centro, sitios emblemáticos de la deslumbrante Río de Janeiro, arden por estos días con la presencia de decenas de mujeres procedentes de todos los rincones de Brasil que buscan dinero a cambio de sexo.

Han venido a hacer una pequeña fortuna durante los Juegos Olímpicos. Comparten también el sueño de comenzar de nuevo después de los Juegos, todas se imaginan recuperando una vida normal.

La belleza exótica y despampanante de las brasileñas es atractivo para los turistas. La sensualidad es el principal arma de las prostitutas para atraer clientes. AFP

Los proxenetas que manejan el negocio decidieron esta vez traer a mujeres de otros Estados, porque los clientes locales dicen que se cansan de tener siempre las mismas ofertas.

Pero en realidad llevar a mujeres de fuera, alojarlas en un piso donde ellos mismos duermen y ofrecerles el transporte; ayuda a tenerlas controladas y evita que falten al trabajo o que causen problemas por temor a ser expulsadas.

La oferta que recibieron estas mujeres incluye el viaje de ida a Río, la alimentación, el transporte y el alojamiento gratuito. A cambio están obligadas a trabajar en los clubes nocturnos ocho horas al día, de lunes a viernes, a seducir a los clientes para que consuman, y a prostituirse el mayor número posible de veces cada noche. Los interesados pagan 100 reales (27 euros, unos 91.800 pesos colombianos) para entrar en el local, 300 reales (81 euros, unos 275.400 pesos colombianos) por acostarse con mujeres, y otros 100 reales por el cuarto.

La prostitución no es un delito en Brasil, está reconocida por el Ministerio de Trabajo desde 2012, pero lo que los socios de las casas de lenocinio hacen se considera proxenetismo, que es castigado con hasta cuatro años de cárcel.

Las prostitutas reconocen que los extranjeron, a diferencia de los clientes locales, no regatean y por eso son más atractivos. AFP

Los grandes eventos deportivos suelen ser vistos como una fuente inagotable de dinero, pero para muchas mujeres no es más que humo y muchas expectativas pueden frustrarse de aquí al final de los Juegos Olímpicos.

Un estudio de campo del Observatorio de la Prostitución, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, indagó por medio de entrevistas sobre el impacto del Mundial de 2014 en las zonas de prostitución más importantes de Río (Vila Mimosa, Ipanema, Copacabana, Lapa y el centro de la ciudad), y llegó a la conclusión de que fue un mal negocio para muchas prostitutas que trabajaron en las calles.

Según el informe, las mujeres vieron una disminución significativa en el número de clientes, tanto por la concentración más alta de profesionales del sexo en las zonas más turísticas, como por el poco movimiento en lugares como el centro de la ciudad durante los días que fueron decretados festivos debido a evento.

En todo caso los Juegos ya comenzaron y este ejército de meretrices también le dio la largada a su juego erótico para ver cómo le va en el medallerío de sexo, lujuria y dinero.

ALGUNAS DE LAS CHICAS

Cada una de estas chicas recién llegadas a la gigantesca Río de Janeiro lleva tatuada una historia. Luiza (todos los nombres son ficticios), por ejemplo, tiene 32 años, vino del Estado de Espírito Santo, a 500 kilómetros de Río, y aprendió a cocinar con una mujer a la que considera su madre, la directora del orfanato donde vivió hasta los 19 años. Hacía casi una década que no se prostituía,pero regresó después de separarse de su marido, por quien había salido de los clubes. Cuando comenzó a trabajar como prostituta, tras retirarse del orfanato, sus ambiciones eran sencillas: comprar salmón y comer algodón de azúcar, lujos para una niña sin infancia. Hoy tiene que rehacer su vida y quiere abrir un restaurante, pero no tiene dinero.

Se enteró de la oferta de venir a Río a trabajar deprostituta y aceptó. Es tímida: “Hasta hoy no consigo entrarles a los clientes”, dice. Luiza afirma que se quedará en Río hasta el 22 de agosto, fin de la competición, con el objetivo de dejar atrás las calles para siempre.

Carol está llena de tatuajes en las piernas y tiene una larga melena negra. Es de São Paulo (a 400 kilómetros de Río), tiene 22 años. Afirma que se siente muy sola, y confiesa. “Mi padre enfermó y tuve que vender mi moto para pagar las consultas. No me arrepiento de haber decidido prostituirme porque entré para ayudar a mi familia, pero tengo un lado muy solitario, y eso es lo más difícil, más que acostarme con alguien a quien no conozco y que no me gusta. No tengo novio, no estoy cerca de mis padres, ni de mis amigos”, explica Carol entre lágrimas. “Hasta finales de este año quiero salir de esta vida, quiero casarme, formar una familia y trabajar en lo que sea. No le deseo esto a nadie”. Cree que Río es su bote salvavidas para llegar hasta ahí.

Thais, de 24 años, creció en una familia evangélica y viajó más de 1.200 kilómetros para llegar hasta aquí. Confiesa que está pensando en abandonar temporalmente la carrera de Fisioterapia para extender su estancia en Río durante todos los Juegos Olímpicos. Quiere ahorrar más dinero, invertir en un posgrado, estudiar inglés y viajar al extranjero. “No sé qué hacer. Voy a ganar más, pero no me voy a graduar con mis colegas y no sé ni qué decirle a mis padres”.

Para su familia ella está disfrutando de unas vacaciones. “Nunca voy a recomendarle este camino a nadie. Cuando empecé, a los 19 años, pensé que iba a ser todo alegría, pero la alegría solo duró un mes. Mi miedo es no conseguir salir, porque siempre encuentro excusas para volver. No es un dinero fácil, pero es rápido. Es un vicio del diablo”.

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