¿Qué Pasa?

Así contó la tragedia el padre de Abelito, el joven que mataron por robarle un celular

El drama de Abel López Ballesteros, en sus propias palabras.

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En la sala donde escuchó los dos disparos que le segaron la vida a su hijo, Abel López Ballesteros cuenta cómo transcurrieron los últimos instantes de vida de su muchacho,

Abel Junior López Monroy

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Su pelao, como él lo recuerda, es este año la quinta víctima mortal por hurtos de celulares en el Área Metropolitana: cuatro en Barranquilla y una en Soledad.

[ Ver: La absurda tragedia de Abel, el joven universitario que quiso salvar su celular ]

Abelito, de 19 años, falleció la mañana del jueves en una clínica. Permanecía desde la madrugada del miércoles con muerte cerebral por el ataque que sufrió la noche del lunes en el barrio Buena Esperanza.

Recapitulemos lo que ocurrió el martes. ¿Cómo fue ese día, cómo transcurrió?

Mi suegra ese día estaba de cumpleaños. Mi esposa me dijo: "Papi, voy para donde mi mamá a felicitarla, con Abel". Yo te recojo en la noche, le respondí. Me dijo que me llevaba la comida, para que comiera allá. El día transcurrió normal.

Cuando llegué aquí adonde mi suegra, a recogerlos, yo saludé, felicité a mi suegra. En ese momento, entra mi hijo y mi mujer me pregunta: ¿Papi, vas a comer? Yo le dije que sí. Y le dijo (a Abel): "Papi, ve cómprale una gaseosa a tu papá en la tienda". Le dio un billete de $2 mil.

Estábamos sentados en la sala, aquí donde estamos, cuando de pronto escuchamos dos impactos de bala. Cuando miramos afuera y vemos que la gente corre, salimos. Yo me orillo al carro (taxi, parqueado frente a la entrada) y me quedo mirando a la persona que está tirada y digo: lo mató.

En ese momento no reconocí a mi hijo. Cuando un vecino, me dice: "Abel, corre, Abel, que es tu hijo el que está tirado". Yo le dije: ¿Cómo así, Álex? Y él: "Sí, es tu hijo; corre, Abel".

Salí enseguida corriendo y lo vi tirado, ahí, pobrecito, con una bala en el brazo y otra en la cabeza. Enseguida cojo a mi hijo, lo cargo, lo meto en el carro y lo llevo al Hospital Nazareth. Ahí le dieron los primeros auxilios, llamaron una ambulancia.

La ambulancia demoró bastante, ninguna quería llegar para llevarse a mi hijo. No sé qué está pasando con el servicio. Había una cantidad de policías pendientes, todos llamando, y nadie quería ir a recoger a mi pelao, que se estaba muriendo con una bala en la cabeza. Se insistió tanto que llegó una, lo recogió y lo llevó al Hospital de Barranquilla.

¿Cuánto tiempo pasó?

En el Nazareth, más o menos, el niño duró hora y media esperando una ambulancia.

¿Hora y media?

Sí, hora y media, y nosotros desesperados, esperando. Yo diría que más. El tiempo no lo podía mirar por el desespero, pero demoramos bastante tiempo. De ahí llegamos al Barranquilla, donde nos encontramos con una sorpresa que no me gustó: no había camilla para mi hijo en Cuidados Intensivos. Le sugerí al médico que el caso de mi hijo era especial, que se estaba muriendo, que si entre los pacientes no había uno que resistiera más, para ver si le daba cabida. Él dijo que se le salía de las manos porque todos los pacientes de UCI son importantes.

Eso lo entendí, y comenzamos a llamar a Mutual Ser, y demoraron bastante tiempo para remitirlo.

¿Y mientras dónde estuvo?

En una camilla, en urgencias, con respiración mecánica. Eso no lo puedo negar, ellos (en el Hospital) estuvieron muy pendientes de él. El problema fue después para encontrar una cama. Como tres o cuatro horas porque tampoco había ambulancia y tampoco la entidad de salud daba la autorización, o no encontraba entidad que lo recibiera. A la final, le encontraron cabida en la General del Norte.

Llegamos, nos atendieron y lo primero que me dijo el médico fue: "No le voy a mentir, el caso de su hijo es muy delicado". Ya yo sabía porque el médico del Barranquilla me había mostrado un tac con el estado en que se encontraba el cerebro.

¿De qué manera le afectó la bala?

Entró por la parte de atrás, pegó adelante, regresó y volvió a regresar. La bala recorrió el cerebro de mi pelao.

¿No salió?

No alcanzó a salir. Quedó aquí (en la frente), encimita, medio asomada, que fue lo que alcancé a ver en mi angustia. Estaba muy inflamado, hubo partículas de hueso que también causaron daño en el cerebro. Cuando yo saqué a mi hijo del Barranquilla, yo estaba prácticamente sin esperanza.

¿Entre martes y miércoles mostró alguna mejoría?

No, ninguna. Yo no puedo decir lo contrario. Siempre que vi a mi hijo, estaba…

¿Derramó una lágrima cuando escuchó la voz de su abuela?

No sé, yo que siempre estuve ahí, viéndolo, jamás vi esa lágrima, jamás vi que movió las manos. Vi que respiraba y sabía que era artificial; escuché su corazón, yo me le pegué al pecho, sabía que estaba bombeando, pero igual mis esperanzas estaban casi perdidas.

[Ver: Lloró cuando escuchó la voz de su abuela, la última reacción de Abel antes de morir ]

¿El fallecimiento fue algo natural o por recomendación médica?

Nosotros (con su esposa) nos fuimos en la madrugada (del miércoles) a la casa a descansar. No lo dejaban ver porque la cuestión en Cuidados Intensivos es algo muy restringido. En la mañana (del jueves), que me estaba cambiando para ir a la clínica, recibí la llamada de la clínica, que me presentara porque tenían que darme una noticia.

Con mi esposa cogimos un taxi, de una, nos fuimos para la clínica y cuando llegamos, un médico nos recibió, que lo sentía mucho, que mi hijo había fallecido, nos llevaron donde estaba él. Encontramos que la máquina no daba ya señal de vida, estaba paralizada. Mi hijo lo encontré normal, como lo había dejado el día anterior. Mucha gente especuló que la clínica lo había desconectado, y en ningún momento. GCT.