¿Qué Pasa?

El marido la ahorcó y luego se colgó del techo

Ayer a mediodía en Ciudad Camelot.

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De puertas para afuera, la de María Dolores Ospino De los Reyes, de 41 años, y Armando Rafael Orozco Bolaños, de 54, parecía ser una relación normal, nada más allá de los tropiezos de la convivencia en pareja.

Sin embargo, los 13 años que había de diferencia en la relación parecían causar mella cuando los celos se le subían a la cabeza a Orozco Bolaños.

“Ella era una mujer muy bonita, muy activa, se mantenía muy bien y era bastante camelladora. Siempre estaba de buen humor y conversaba con todo el mundo por aquí por la cuadra”, dijo una vecina en el barrio Ciudad Camelot, que ayer se convirtió en escenario dos muertes violentas que elevaron a 20 los casos en lo corrido de este año en el vecino municipio de Soledad.

Su forma de ser extrovertida y dicharachera sacaba de casillas al hombre, quien permanentemente la celaba, según comentó un amigo de la pareja, quien prefirió omitir su identidad.

Ese, aseguran muchos en la zona, habría sido el motivo que desencadenó una tragedia en la casa naranja de esquina, marcada con el número 7C-03 en la calle 66E, del citado barrio.

Hacia la una de la tarde de este lunes, el hijo de una relación anterior de Ospino De los Reyes tuvo el infortunio de encontrarse con el cuerpo de su padrastro que colgaba de la viga del techo, en el pasillo de la vivienda. El hombre se encontraba sin camisa, con un pantalón puesto.

Dentro de la habitación principal, en el piso, a un costado de la cama estaba María Dolores, su madre, quien vestía un short negro con un top del mismo color, estaba descalza, y tenía el cabello sujetado. En su cuello había marcas que daban cuenta de que había sido asfixiada.

Conclusión: el hombre, en un aparente ataque de celos, ahorcó a María Ospino y luego se quitó la vida. Esto afirma la Policía Metropolitana de Barranquilla en su informe preliminar.

Un caso que la ley determina como feminicidio pero que en este caso no tendrá a quien ajusticiar pues el agresor, lo hizo antes.

Como la gran mayoría de hechos de sangre, la noticia corrió rápidamente por el barrio y en segundos, familiares, allegados y decenas de curiosos se hacían espacio en primera fila para ver lo que pasaba, sin importar el implacable sol que a esa hora hacía.

Por detrás de la cinta amarilla eran muchos los comentarios sobre lo buena persona que era la mujer, algunos incrédulos de lo que había pasado y otros tantos hablando de cualquier otra cosa, pero sin dejar el lugar por temor a perder visibilidad de la escena.

En la calle, la ‘paletera’ de Fiscalía aguardaba a los seis peritos del CTI que se encargaban de revisar palmo a palmo el lugar en busca de pruebas que confirmen que fuera de las víctimas no había ninguna otra presencia en el sitio y así confirmar la teoría de un homicidio y posterior suicidio.

Fuera de la vivienda, ahí cerca a la entrada, había un grupo de al menos seis personas que se consolaban unos a otros unidos en un llanto de dolor, que se intensificó a gritos cuestionando las razones del crimen, cuando cuatro de los peritos sacaron el primero de los cuerpos de la casa.

Acto seguido el segundo cuerpo metido en un plástico blanco se asomó por la puerta e hizo el corto recorrido para ingresarlo al carro y ser llevados a Medicina Legal.

En la casa de esquina que ahora es una escena de crimen, María Ospino, natural de Plato, Magdalena tenía una venta de comida que le resolvía el desayuno, el almuerzo y la cena a más de uno en el barrio, además, tenía también una venta de minutos con lo cual subsistía.

Sobre Armando Orozco, nadie entregó una referencia ni buena, ni mala.

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