¿Qué Pasa?

Los sueños truncados de Yossimar, policía víctima del atentado

El uniformado llevaba 10 años en la institución.

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Mañana se cumple un mes del primer atentado de la guerrilla del Eln en el Atlántico, el ataque a la Estación San José, en Barranquilla, en horas de la mañana cuando los uniformados apenas formaban para salir a prestar sus servicios. El resultado fue nefasto, seis uniformados perdieron la vida, entre esos el sucreño Yossimar Márquez Navarro. AL DÍA habló con su familia en Barranquilla.

Ese día la familia del uniformado creyó que él formaba en el parque Suri Salcedo, pero le correspondió ir a la Estación San José.

“Atención a todas las unidades, extremar las medidas de seguridad porque pusieron un artefacto explosivo en la Estación San José de la Policía Metropolitana de Barranquilla. Hay varios muertos”, se escuchó en los radios de la institución a las 6:45 de la mañana del 27 de enero.

En Barranquilla, Candelaria Navarro, madre de Yossimar, estaba laborando en la casa de familia en la que trabaja desde hace 14 años, mientras que su hermana Mariana, patrullera en el municipio de Guaranda (Sucre), escuchaba la alerta de un atentado en el que podría estar su sobrino Yossimar.

“Yo escuché y enseguida la llamé. ‘Cande’ me dijo que él formaba era en la estación Suri Salcedo, por eso me tranquilicé. Lastimosamente sí estaba ahí y llevó la peor parte”, dice la mujer de 26 años.

Yossimar Márquez Navarro, de 29 años, fue uno de los seis policías fallecidos por el atentado del Eln. “Yo no puedo creer que mi hijo esté muerto, tanto matarme trabajando para darle lo que él necesitaba, para que se formara como policía, y él no lo pudo disfrutar. Era mi hijo mayor, yo tengo otros pelaos, pero él era muy unido conmigo, nos amábamos”.

Yossimar nació y se crió con sus abuelos en San José, corregimiento del municipio de Sucre, Sucre. Allá forjó amistades fraternas como la de Juan Carlos García. “Él, más que mi amigo, era mi hermano. Esto nos ha dado muy duro a todos acá en el pueblo, sobre todo que Yossi era un gran ser humano, humilde y bueno”, comenta el hombre de 34 años.

En la casa de sus abuelos este ha sido el peor mes de sus vidas. Las enfermedades se han intensificado y el dolor no los deja respirar, los ahoga. Las dudas y la rabia de saber que otros apagaron los sueños de su “muchacho” no los dejan vivir. “Yo no sé por qué le tuvo que pasar esa muerte así de fea. Él era muy bueno. Todavía me lo pregunto. Acá lo querían todos, nunca tuvo una mala palabra para nadie”, dice Ludy Meneses, su abuela.

Yossimar pasó en diciembre 15 días visitando su tierra con su hija Victoria, de 3 años. Su esposa, que tiene cinco meses de embarazo, se quedó por su estado. “Fueron unos días muy buenos. Él estaba feliz, muy contento. Comió bastante todo lo que le gustaba, el pescado, el galápago y mucho queso. Esa fue su despedida”, agrega.

Candelaria está destrozada. Afirma no tener ánimos de nada por lo que siente su corazón de madre. Los días pasan y el dolor se intensifica. “Una vez casi me muero porque se me bajó la hemoglobina y ese niño estaba desesperado, fue el único que me vino a ver, él no podía creer que yo me fuera a ir, y mire, se me murió él primero. Yo pido que ya no haya más muertes, por favor, este dolor no se lo deseo a nadie”.

Los sueños de Yossimar nunca fueron los de ser policía sino abogado, pero como no pasó en la universidad pública ingresó a la institución y pronto iba a empezar los estudios de derecho, pero la muerte se lo impidió.