¿Qué Pasa?

Pipo Tatoo: los tatuajes marcaron su salida de las drogas

Con su oficio, Fredy Jesús Moreno, como es su nombre, rinde homenaje a su barrio natal, donde aún reside rodeado por grandes amigos.

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Del abismo de las drogas a competir en festivales internacionales de tatuajes, así de radical fue el cambio en la vida de Freddy Jesús Moreno Rodríguez, más conocido como Pipo Tattoo San Roque, uno de los tatuadores barranquilleros más destacados de la ciudad y que con orgullo le contó a Al Día cómo su arte lo salvó de morir de una sobredosis de cocaína.

El complemento del seudónimo Pipo Tattoo rinde homenaje a su barrio natal San Roque, donde aún reside rodeado por grandes amigos, el que tanto ama, en el que aprendió su oficio, pero también en el que fue víctima de malas compañías que de apoco lo adentraron en el consumo de estupefacientes.

En medio de libros y pupitres, cuando aún era un adolescente, Freddy Jesús mostró sus dotes artísticas. “Estudié en el colegio Sagrado Corazón de Chiquinquirá. Era de los que cogía los marcadores o bolígrafos para dibujar en las paredes o en los brazos de mis compañeros; por lo general eran logos de la barra del Junior (Frente Rojiblanco Sur)”, explicó el artista de 28 años.

Lo que era un gusto de estudiante rápidamente lo trasladó a un estilo de vida. Con máquinas hechizas comenzó a tatuar a los más allegados de su entorno, pero sin darse cuenta, la fama que recién ganaba lo puso como carne de cañón ante el vicio.

“Conocí un mundo en el que reinaban las drogas. Me la pasaba en la Cachacal, un barrio marginal en el que consumía drogas hasta el punto de volverme adicto a la cocaína”, expresó el barranquillero.

“Toque fondo en el momento que sufrí mi tercera sobredosis, fue ahí cuando realmente cuestioné qué estaba haciendo con mi vida”, comentó Moreno Rodríguez, iniciado en las drogas a los 14 años, con su inmersión más crítica a los 19 (año 2011).

En esa época más aguda de su adicción, Pipo buscó ayuda. “Conocí a Dios y cambió todo, fue lo mejor que me pudo haber pasado, porque por las drogas tiré a la basura un semestre de arquitectura (Uniatlántico) y casi muero de sobredosis. Tener al Señor en mi vida me hizo profesionalizar mi arte”.

Así fue como Freddy Jesús se refugió en los tatuajes para mantener su mente enfocada en eso y más nada. “Estudié dibujo y pintura en Bellas Artes, a partir de entonces le di más calidad a mis trabajos”.

Pipo Tattoo armó un estudio en su residencia y la clientela creció de tal forma que debió mudarse a un local más grande. Ya lo conocían, entonces aparecieron los certámenes nacionales e internacionales.

“En 2016 obtuve el segundo puesto el festival nacional Cayena Ink –Barranquilla, en la categoría realismo sombre. Al poco tiempo llegué al segundo lugar en la modalidad sombras del Ink Carnaval, también en nuestra ciudad”, precisó Freddy.

“En 2017 hice parte del Expo Tattoo de Panamá, en el que fui primer lugar en la categoría lettering (diseño de letras). En ese mismo país terminé segundo en realismo negro y gris del Panama City Ink Fest”, continuó el artista.

Pipo viene de competir en el festival Vive la Tinta Rionegro 2019, donde tuvo un desempeño destacado. Ahora se alista para volver en mayo al Expo-Tatto Panamá.

“Le doy gracias a Dios por todo lo que me ha pasado, porque me permitió llegar a donde estoy. De la droga vi que no llevaba a nada bueno, quien me dio mi primera máquina hoy está prófugo de la justicia, no quería eso para mí”, analizó Pipo, que para ser tatuador, dice que “apenas tiene 25 tatuajes, una cifra baja en su gremio”.

Freddy también destacó que es importante un cambio de óptica hacia la cultura de los tatuajes, “porque no son los que hacen a un hombre: nadie es malo o bueno por tener un tattoo, sé es malo o bueno por los actos, así de simple”, finalizó.

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