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ESPECIAL | ¿‘Empanada’ de la Policía?

El general Mariano Botero Coy, comandante de la Policía Metropolitana de Barranquilla, considera que la medida fue extrema.

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Una nueva pregunta formulan ahora algunos clientes habituales de las fritangas barranquilleras cuando llegan por sus apetitosos bocados.

“¿Cuánto cuesta la empanada con la multa?”. Otros también le ponen humor al asunto. “Ñerda, si me pillan comiendo en la calle la vaina se me pone fea, porque no tengo para el comparendo”.

De manera jocosa la gente en Barranquilla está tomando el famoso incidente ocurrido el pasado viernes en el sector de La Castellana, en Bogotá; donde un grupo de siete patrulleros sorprendieron al joven Steven Claros comiéndose una empanada que acababa de comprar en un puesto de venta ambulante; y le impusieron un comparendo por $883.324.oo.

Según los uniformados, Claros violó un artículo del Código Nacional de Policía en lo que respecta a promover la invasión del espacio público, pues compró la empanada en un negocio de este tipo.

Ahora el amonestado tiene cinco días hábiles para pagar la multa ante la Secretaria Distrital de Seguridad, Conviviencia y Justicia.

“Primero nos rodearon, nos grabaron con celulares, nos pidieron cédulas y luego procedieron a sancionarme con este costoso comparendo”, declaró a medios capitalinos el joven Steven Claros, quien al momento de la inusual sanción, iba con un grupo de compañeros de trabajo tras culminar la jornada laboral.

La Policía Metropolitana de Bogotá, en un comunicado, aclaró que uniformados se encontraban realizando un procedimiento de control al espacio público, en cumplimiento a un fallo de tutela contra la Alcaldía local de Barrios Unidos, en la capital, que presentó la comunidad del sector en busca de retirar los puestos de ventas ambulantes.

Las autoridades explicaron que en medio del operativo, cinco ciudadanos llegaron a consumir en el puesto de comidas “del hombre “involucrado en la tutela”, y “se les advirtió” del procedimiento para que se abstuvieran de comprar. Lo anterior –destaca la Policía– se hizo “teniendo en cuenta que esta actividad promueve o facilita el uso indebido del espacio público, de acuerdo al artículo 140, numeral 06 de la Ley 1801 de 2016, Código Nacional de Policía y Convivencia”.

En Barranquilla los vendedores que llevan años comercializando todo tipo de frituras ríen y disfrutan de la situación, pero no ocultan su preocupación.

“Es inadmisible que algo así pase”, cuenta Martín Trejos, propietario del Palacio del Patacón, situado en la esquina de la calle 75 con carrera 51B.

“Todo el mundo, desde policías hasta los famosos vienen a comerse sus fritos aquí. Si esa medida se impusiera en Barranquilla acabarían con nuestra cultura e idiosincrasia”, dijo. En su negocio, en el que lleva 20 años, ha vendido empanadas, arepas y patacones a toda clase de personajes “de las clases más altas y bajas”, aseguró.

“Este es un país libre y la gente tiene derecho a comer en la calle. No entiendo cómo es posible que uno tenga que ir a un centro comercial y pagar más caro, cuando acá en su puesto callejero se vende a mejor precio”, contó Besaida Gamero, quien lleva 38 años comercializando fritos en el Centro de Barranquilla.

Para otro fritanguero este este el único sustento que han encontrado para poder mantener a sus familias, y asegura que de haber encontrado un empleo, “no estarían vendiendo en la calle”.

“Yo entiendo a la Policía porque tienen que cuidar el espacio público, pero si yo consiguiera trabajo no estuviera aquí vendiendo. Esto es muy duro, toca aguantar sol y levantarse desde las 3 de la mañana. Ojalá el Gobierno nos ayudara con algo, así sea para organizarnos”, expresó Leonardo Salas, vendedor ambulante desde hace 48 años.

Uno de los patrulleros de Policía que vigila el Centro de Barranquilla, afirmó “que nunca se le ha pasado por la cabeza multar a alguien por comerse una empanada”, y negó haber recibido instrucciones de hacerlo.

“Toda la situación es un malentendido, hasta yo voy a los puestos callejeros a comprar comida. Eso hace parte del día a día”, dijo.

Otro de los uniformados que patrullaba la carrera 52, se mostró en desacuerdo con lo que dice el Código, pero aclaró.

“La ciudadanía no se puede apropiar del espacio público para montar puestos comerciales. En sí, no está mal que la gente se coma una empanada en la calle, pero están apoyando la ilegalidad que marca el documento. Es como si compraran un celular robado”, sostuvo.

Algunos consumidores se tomaron el tema con tranquilidad, pero entre risas también dejaron entrever su molestia por el incidente capitalino. “Son medidas que no tienen en cuenta el componente sociológico de las comunidades. Antes de implementar esos códigos deberían fijarse en el común de la gente y ver cómo viven”, dijo Sofía Herrera, comensal. “Comer fritos es parte de nuestra cultura costeña”, añadió.

“En lo personal siento que es una exageración cobrar una multa tan alta por comprar una empanada en la calle”, manifestó Ezequiel Cuesta. “Entiendo que desde el punto normativo deba ser así, pero es que costeño que no coma en la calle no es costeño”, añadió entre risas.

La posición del general Botero Coy

En visita ayer a esta casa periodística, el general Mariano Botero Coy, comandante de la Policía Metropolitana, precisó que lo ocurrido en Bogotá fue la aplicación del Código de Policía, pero “la medida de imponer un comparendo fue extrema. Hay que concientizar a la comunidad para que compre alimentos en locales legalmente establecidos, donde se guarden las condiciones de salubridad. La gente debe hacerlo para cuidar su salud. Considero que es mejor aplicar la pedagogía, es decir, hacerle entender a la gente que si ingiere comida callejera está poniendo en riesgo su salud”, subrayó el oficial.

Agregó que en Barranquilla no hay una orden para multar a los que comen en las calles. “En mi caso personal yo aplicaría la pedagogía”, puntualizó Botero Coy.

Lo ocurrido en Bogotá fue la noticia de ayer en las redes sociales, donde se viralizaron memes jocosos por medio de los cuales los ciudadanos expresaron su rechazo a la imposición de un comparendo a un joven por comprar una empanada a un vendedor ambulante y comerla en plena calle.

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