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Santos Borré y Wilmar Barrios, dos figuras vitales en River y Boca

Los costeños son piezas fundamentales en sus escuadras en la final de la Libertadores.

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Aterrizaron en Buenos Aires sin bombos ni platillos. El delantero barranquillero Rafael Santos Borré y el cartagenero Wilmar Barrios, a base de entrega y talento se convirtieron en piezas angulares de River Plate y Boca Juniors, que disputarán la final de la Copa Libertadores de América 2018 con un primer partido mañana en el estadio La Bombonera.

Ambos nacieron en el Caribe colombiano, ambos se han vestido de tricolor, y los dos con talento y persistencia se roban los aplausos de sus respectivas hinchadas, tal vez las más exigentes del continente, e incluso, entre las más fieles del mundo.

VALLENATO DE BANDA CRUZADA

Borré era un ‘pelao’ menudito, pero terrible para levantar polvareda en las canchas de arena de su natal Barranquilla y de Valledupar, la ciudad que lo crió. “La sensibilidad que él tenía para devolver el balón. Hacía unos giros, unos movimientos, él no se paraba nunca, era incesante”, dice de él el veedor de futbolistas Agustín Garizábalo, que lo descubrió hace una década en un torneo juvenil en la Arenosa.

El reconocido cazatalentos recuerda que le bastaron 10 minutos para empezar a seguir a Rafael Santos Borré, un proceso que con 14 años lo llevó a las inferiores del Deportivo Cali, con el que debutó en 2013. Por su olfato goleador, de adolescente el ahora ariete de River era conocido como ‘Garantía Borré’ en las canchas destapadas de Soledad y Barranquilla.

Medido con la vara alta que dejó Falcao García en el cuadro millonario, en Argentina fue criticado inicialmente por la falta de gol. Pero el mote de ‘la Máquina’ que le impusieron en Cali cuando sacó a luz sus dotes, volvió al ruedo con sus anotaciones claves en la Libertadores. “En Rafael Santos Borré se cumple una de mis máximas de trabajo”, dice Garizábalo: el talento no solo se descubre sino que se construye.

WILMAR BARRIOS, UNA VIDA DE LUCHA

Los niños futbolistas del Cyclones de Cartagena se quejaban de tener que pernoctar en un club sin importancia que los había acogido antes de disputar la final de un torneo juvenil en la aledaña Barranquilla. Algunos lloraban, otros amenazaban con devolverse a casa. Mientras tanto Wilmar Barrios, quien hacía parte de ese grupo, esperaba callado.

El volante de Boca Juniors, parte de ese selecto club de deportistas ‘metelones’ e incansables, no se reía de sus compañeros. Su día a día era tan duro que aquello le parecía un recreo. “Él era una persona muy humilde, incluso a veces no tenía dinero ni para ir a practicar y le tocaba irse caminando”, cuenta Henry Calderón, su técnico en aquel equipo amateur.

Se crió en el barrio La Candelaria de Cartagena. En las calles de su hogar pululaban las pandillas, la droga, la pobreza. Prácticamente abandonado por sus padres, su abuela Celia lo acogió. “Desde que nació, lo hizo con la adversidad allí al ladito, pero salía adelante siempre”, apunta Calderón.

De ahí seguramente sacó la garra que encantó a los Xeneizes, un equipo hecho a la medida de su temperamento. La prueba es que en todos los equipos en los que militó, incluido Boca, empezó como suplente. A fuerza de talento y trabajo se ganó su lugar. Y así lo fichó el Deportes Tolima cuando cruzaba los 16 años. Humberto ‘Tucho’ Ortiz, destacado formador de jugadores, lo descubrió en un campeonato juvenil.

“Desde que vi a Wilmar Barrios, vi el proyecto que podía estallar. Ese era él, era un ganador permanente, a pesar de que tenía un déficit alimenticio”. Llegó como una incógnita y tras ser bicampeón en Argentina, los azul y oro piden millones por él a quienes golpean sus puertas desde Europa. La cifra puede multiplicarse si alza la Libertadores ante el eterno rival.